Un intento por volver a los orígenes
La pandemia lo cambió todo. Si es que antes había que dedicarle cierto tiempo al montañismo de escritorio, en estos últimos 2 años hubo que hacerlo como si fuera lo más importante. Así que después de un largo tiempo leyendo más de cerros que subiéndolos había que decidir a cuál se podía ir. De nuevo había tiempo y pocas restricciones así que era posible pensar en una expedición dentro de Chile. Repasé las lecturas y traducciones del último tiempo y entre las que más me impresionaron estaban los relatos de Fickenscher y de Meier sobre sus expediciones al valle del Barroso. Fickenscher realizó tres viajes de exploración a la zona en 1925, 1926 y 1929. En esas fechas se trataba de una zona muy poco conocida por lo que Fickenscher incluso tuvo que bautizar algunos accidentes geográficos que no eran conocidos bajo ningún nombre. Meier, por su parte, realizó su expedición en 1948 ayudado por el relato de Fickenscher que le proporcionó varias ideas. Meier, al igual que casi cualquier otro montañista de Santiago, se había asombrado mirando hacia el Sur desde muchas de las cumbres que subió. A lo lejos, como una muralla glacial se levantaban los Picos del Barroso. Lejanos, misteriosos, con una cumbre formada por un largo filo bajo el cual se apreciaba un gran glaciar. La poca información existente acerca del cerro debe haber avivado su curiosidad. A mí me pasó lo mismo muchas veces. Si es que un cerro se puede ver desde tantas cumbres diferentes quiere decir que desde su cima se ven muchas otras cumbres. Así que entre lecturas y recuerdos la decisión quedó tomada.
El primer gran obstáculo para repetir la ruta de Fickenscher y Meier resultó ser insalvable. Para repetir esta ruta hoy en día es necesario ingresar al fundo Cruz de Piedra, propiedad de la empresa Gasco, algo que no es para nada sencillo. Desde hace unos años la administración del fundo creó un protocolo para acceder al volcán Maipo, sin embargo, este protocolo sólo permite acceder a este volcán, como si no existieran más cerros en este gran valle. Probablemente, al igual como sucede en muchas otras partes de Chile, dueños de grandes extensiones de terreno no saben exactamente de qué son dueños. De esta forma, resignado a buscar otra ruta de acceso me decidí por la más simple y directa que existe hoy: la ruta por el cajón del río Paredones. Por esta ruta había sido subido el cerro en 1966 por un grupo del Club Andino de Rancagua. No era exactamente lo que quería hacer, pero era lo que se podía.
Con el destino ya definido había que tomar algunas decisiones acerca de cómo ir a él. Después de contactar a un arriero, Roberto Cádiz, me pareció que lo mejor era contar con el arriero para que nos llevara la carga en sus mulas hasta lo más arriba que pudiera. Descarté la posibilidad de ir montados por los precios (desde las expediciones de los años 40 el servicio de arrieros se ha reajustado bastante) y porque los expedicionarios ya no tenemos la experiencia suficiente como para andar varios días montados por un terreno difícil. Fickenscher y Meier eran de otra época, en la que las cosas se hacían de una forma diferente.
Saqué las cuentas y calculé que en 6 días con la ayuda de un arriero no deberíamos tener problemas en llegar a la cumbre y volver. Decir la cumbre en el caso de los Picos del Barroso se trata de una inexactitud. Como su nombre lo dice, los Picos del Barroso tienen varias cumbres. Además, las cumbres han sido llamadas de diferentes maneras, como para crear confusión entre quienes las quieren subir. Se supone que en 1942 Arturo Larraín y Santiago García ascendieron la cumbre Argentina o cumbre Este de 5165m de altitud según el IGM. De acuerdo a Jozsef Ambrus, esta expedición no alcanzó ninguna cumbre, sino que estuvo cerca de una de ellas. Más tarde, en 1948 la expedición del DAV, formada por Eberhard Meier, Wolfgang Förster y Wilhelm Niehaus alcanzó 2 cumbres: a la primera la llamaron cumbre Oeste y a la segunda cumbre Central. Según el IGM estas cumbres tienen 5135m y 5174m respectivamente. En 1951, Evelio Echevarría junto a Walter Bachmann, ascendieron otra cumbre que llamaron Noroeste. Es difícil saber a qué cumbre se referían puesto que hacia el Noroeste no hay ninguna cumbre. Existe una más al Oeste, incluso un poco al Suroeste, de 5113m y otra al Norte de 4970m. Debido a la altura que le asignan Echevarría y Bachmann a la cumbre que ascienden, se puede suponer que subieron la cumbre Oeste. Como se trata de cumbres ascendidas sin uso de GPS y debido a las pequeñas diferencias en sus cotas de altura, se podía esperar que no hubiera claridad absoluta acerca de cuál es la verdadera cumbre del cerro. Un motivo más para tener que ir al cerro.
El grupo que iba a ir al cerro lo comencé a armar con Jorge Cartagena, pero por esas jugadas del destino, en este caso intervino el nefasto Covid, no pudo participar de la expedición. Tampoco lo hicieron algunos de los interesados iniciales y tras varios cambios de integrantes, el grupo quedó formado por Teresa Altieri, Marianela Loyola, María Paz Vargas, Juan Paulo García-Huidobro, Ignacio Figueroa, Peter Janssen y por mí.
Así partimos con nuestro arriero el sábado 5 de febrero. De la larga aproximación se puede destacar un par de cosas: cuesta encontrar buenos lugares de campamento con agua y las termas valen la pena de ser visitadas. Hicimos un primer campamento frente a la quebrada del Diablo a unos 2300m.
Don Roberto nos dejó el segundo día a unos 3600m cerca de unas vegas con agua. Un poco más arriba ya no hay vegetación y según él ya no se puede subir a caballo, así que desde ese punto subimos cargando nuestras mochilas en busca del campamento alto. Este no fue fácil de encontrar. La ruta transcurre por una dura morrena y canaletas por las que el peligro de caída de piedras era evidente. De vez en cuando asomaban pedazos del glaciar que todavía queda bajo las morrenas. De alguna forma encontramos la pequeña terraza a 4500m donde nos decidimos a armar el campamento. No había agua y sólo unos pequeños neveros nos daban la posibilidad de derretir nieve.
El día de cumbre salimos a eso de las 6:00 de la mañana todo el grupo menos María Paz y Peter que se quedaron recuperándose del esfuerzo del día anterior. La ruta estaba prácticamente libre de nieve así que había seguir subiendo por acarreos y canaletas por las que había que cuidar que no cayeran piedras. Salimos al filo pensando que lo que había a la derecha de éste era la cumbre Central o Chilena, sin embargo, al acercarnos a ella me di cuenta que la cumbre Central o Chilena estaba en la otra dirección por lo que cambiamos de rumbo. Más atrás se veía la cumbre Internacional. Tras pasar una sección de pocos amistosos penitentes comenzamos a llegar de a poco a nuestra cumbre. En ella encontré un monolito de piedra y dentro de éste un tubo de plástico que contenía un libro de cumbre. Las anotaciones del libro de cumbre comenzaban en 1966 con los miembros del Club Andino de Rancagua.
Con la vista más clara desde esta cumbre pude comprobar que lo que habíamos subido era la cumbre Chilena, que la cumbre Internacional estaba más al Este y que más al Oeste había otra cumbre de casi la misma altura. Es decir, que de acuerdo al relato de Meier ésta era la primera cumbre que subió el grupo del DAV, un día nublado que no les permitió ver mucho del lugar al que habían llegado. Al parecer, los socios del DAV no dejaron testimonio o al menos, los rancagüinos no lo dejaron registrado por lo que los segundos en anotarse en el libro lo hicieron aludiendo a un segundo ascenso a esta cumbre ignorando el ascenso de Meier y compañía.
Con tiempo para fotografiar y observar con calma las otras cumbres me aclaró varias cosas: la cumbre Internacional es, sin duda, más alta que la Chilena. El lugar en que se encuentra el libro de cumbre, en realidad, no corresponde exactamente a la cumbre Chilena, ésta se encuentra unos metros más al Este formada por una punta rocosa de unos 5m que probablemente nadie ha escalado a la fecha. Es posible que Meier y compañía no hayan visto esta punta puesto que hicieron cumbre en un día nublado. El relato no dice anda al respecto y lamentablemente, tampoco hay fotos de ese día en la cumbre. La cumbre Oeste se veía casi de la misma altura que la Chilena, mientras que la Norte era sensiblemente más baja. La travesía por el filo desde la cumbre Chilena a la Internacional no se veía una tarea sencilla. Varios gendarmes interrumpen el trayecto con fuertes pendientes y glaciar hacia ambos lados. Se divisaba la pequeña pared rocosa de unos 40° que forma la cumbre Internacional y que aparte del grupo del DAV muy pocos han subido. Por su parte, la cumbre Argentina no se alcanza a divisar desde la chilena.
El libro de cumbre tenía varias anotaciones hasta el año 2021 en que se mencionaba una supuesta sexta ascensión que, en realidad, debía ser la séptima y que -¿cómo no?- fue realizada por socios del Club Andino de Rancagua. Probablemente la cumbre Internacional sólo tenga 2 ascensos a la fecha, mientras que la Norte parece sólo tener uno. La cumbre Oeste no sabemos cuántas veces ha sido subida, pero no deben ser muchos los ascensos a ella. De no haber perdido tanto tiempo en el cruce de los penitentes podríamos haber intentado la cumbre Internacional, pero como teníamos intenciones de bajar ese mismo día hasta el campamento a 3600m, nos conformamos con la cumbre Chilena o, al menos, con el lugar tradicional de cumbre.
La vista desde la cumbre cumplía con lo prometido. Tanto hacia al Sur como hacia el Norte se veía una cantidad de cumbres impresionantes. A pesar de que la ruta por la que habíamos ascendido estaba seca y aparte de los penitentes no tocamos hielo, los glaciares acá arriba se mantenían vivos. Hacia cada lado del filo caía un gran glaciar lleno de grietas, penitentes y seracs. Hacia el Norte pude distinguir la ruta realizada por Meier. Se veía claramente la quebrada de Barroso y paralela a ella, más al Norte, la del Circo. Por ahí habían subido hasta llegar a un portezuelo entre el cerro Circo y el cerro Federico. Mientras que al cerro Circo lo ignoraron, los socios del DAV hicieron el primer ascenso del cerro Federico, al que llamaron así en honor a Federico Fickenscher.
Desde el portezuelo entre ambos cerros se veía el descenso que realizaron hacia el glaciar que luego debieron cruzar por un bosque de penitentes. Según recordaba de las fotos de Meier, en 1948 había más penitentes, pero lo que yo estaba viendo no se veía sencillo de cruzar. Nadie ha repetido esta ruta. Es de esperar que los dueños del fundo alguna vez se den cuenta de lo que tienen y permitan el acceso a esta zona maravillosa.
Intenté repetir una foto vista tantas veces tomando el filo que va desde la cumbre Norte de los Picos del Barroso, pasando por los cerros Circo y Catedral del Barroso, hasta el Serrucho. Se trata de una zona que merece más atención. Por el momento, el acceso a ella por el cajón de Paredones, aunque largo, está abierto y ofrece innumerables alternativas. Los Picos del Barroso son sólo una entre muchas otras.
Sobre nuestro regreso puedo decir que fue un alivio contar con el arriero, que tuvimos tiempo para volver a disfrutar de los Baños de la Mamá y para pasar a comer y reponernos en Coya. En total fueron 6 días de expedición y aunque llevamos piolet y crampones, resultaron no ser necesarios. Sin duda que fue una buena expedición y que además de responder varias preguntas dejó abierta la puerta para volver e intentar nuevos destinos en la zona.
Álvaro Vivanco