Acceso a las montañas y lugares de escalada, un gran desafío
En julio de este año, nuestra socia Andrea Reyes participó como única representante chilena del encuentro anual de Access Panam, organización dedicada a solucionar los problemas de acceso a las montañas y zonas de escalada en las Américas. Lee aquí este interesante artículo donde Andrea nos cuenta lo ocurrido en este encuentro y sus repercusiones.
Acceso a las montañas y lugares de escalada, un gran desafío
Por Andrea Reyes
A fines de Julio tuvo lugar en Bariloche el encuentro anual de Access Panam en el que participamos representantes de diversas organizaciones que trabajan en temas de acceso a las montañas y zonas de escalada provenientes de Argentina, Brasil y Chile. Estaba todo planeado para recibir un gran número de participantes pero el Cordón del Caulle quiso otra cosa y finalmente el encuentro se llevo a cabo entre pocos pero motivados asistentes.
La reunión comenzó con una presentación de Kika Bradford, Directora Ejecutiva de Access Panam quien expuso sobre el trabajo que se está llevando a cabo en Brasil y las perspectivas de desarrollo internacional que busca dicha organización en el sentido de crear una red de apoyo mutuo entre las diversas organizaciones locales latinoamericanas de acceso a las montañas y lugares de escalada. Luego se dio inicio a una mesa redonda en la cual todos los participantes expusimos sobre el “estado de la cuestión” en nuestros respectivos países y compartimos nuestras experiencias, perspectivas y estrategias de trabajo que hemos realizado. Nada mas contrario a la naturaleza de todos los presentes que discutir sobre áridas estrategias jurídicas y burocráticas mientras afuera un sol radiante pegaba sobre las hermosas laderas nevadas del Cerro Catedral y de cuantos otros. Pero bueno, sin acceso no hay diversión y nos guste o no, si no luchamos nosotros mismos por ir derribando las barreras que nos separan de una de las cosas en la vida que más nos hace felices, nadie lo hará por nosotros.
El tema de los accesos,-como estoy segura que muchos de ustedes ya habrán experimentado de una u otra forma-, es sumamente complejo y en él se mezclan elementos de la idiosincrasia local, de la institucionalidad, del poder y todo tipo de circunstancias puntuales de cada caso. Sin embargo creo que es posible, -sin afán de acabar el tema-, distinguir claras tendencias que son comunes en los tres países presentes en el encuentro:
Por una parte existe un creciente número de limitaciones de acceso impuestas por privados dueños de la tierra, quienes, en gran parte por miedo, se niegan totalmente a la posibilidad de permitir el paso o la realización de actividades en sus terrenos:
– miedo a que ocurra un accidente o mejor dicho miedo a una demanda de responsabilidad civil que pudiera venir detrás;
– si es una empresa el dueño del predio, a lo anterior se suma el miedo a que la prensa lo publique y que ésta sea sindicada de alguna forma por la opinión pública;
– miedo a un incendio;
– miedo a la basura;
– miedo simplemente a la gente, en fin miedo a lo que sea.
¿Qué tan fundado es ese miedo?: en materia de las tan temidas demandas de responsabilidad civil me atrevo a decir que para un propietario que lo único que hace es tolerar el paso inocente a su terreno o a través de su terreno el riesgo de ser declarado civilmente responsable de los daños causados por un accidente de montaña es cercano a 0, simplemente por la falta de concurrencia de uno de los requisitos fundamentales de dicha acción, que es la existencia de negligencia o dolo. Por otra parte, por lo menos en la escalada deportiva, la media montaña y el senderismo los riesgos efectivos son mínimos. Recuerdo la historia que contaba un guía argentino que estuvo intentando regular, junto al dueño del predio, el acceso a uno de los costados de Valle Encantado, para lo cual hicieron un análisis de riesgos en el área, en donde el mayor peligro resultó ser un posible incendio provocado por las velas que la gente pone regularmente en la animita que está a la orilla de la carretera. Sin embargo el proyecto fracasó por otros motivos.
Respecto de los terrenos en que hay faenas de alguna empresa, el panorama se complica más aún porque a lo anterior hay que sumarle una serie de crecientes requisitos burocráticos correspondientes, en parte, a estándares de seguridad, los que por reglas de la empresa muchas veces deben ser aplicados a todo aquel que ingrese al predio sin diferenciar si efectivamente el ingreso es a la faena como tal o a un sendero a kilómetros de distancia. Simplemente se cierra el paso “por razones de seguridad”. En buenas cuentas creo que aquí la dificultad que se suma radica en el costo operacional que significaría para la empresa implementar todo lo necesario para aplicar a todos los que ingresan sus propios protocolos de seguridad… o el costo de dejarlos de lado, o mejor dicho de implementar un sistema interno que logre diferenciar racionalmente los accesos. En Suiza senderos tradicionales de montaña, (por ejemplo el acceso a la zona del Dorado en Grimselpass por el costado de una represa), han sido considerados expresiones de la cultura del medio humano que habita el área de un proyecto, por lo que deben ser considerados en la evaluación ambiental previa y en el diseño del proyecto, de tal forma que de ser imposible mantener el sendero original se habilita un paso alternativo. Evidentemente estamos lejos de poder extrapolar dicha situación a la realidad local, las diferencias son enormes, partiendo por el número de montañistas, escaladores y también de operadores turísticos el cual allá es muchísimo mayor y por lo tanto tienen mayor fuerza política para “hacerse oír”. Sin embargo nuestra institucionalidad ambiental debería estar en condiciones de dar un paso en ese sentido y mi impresión es que en esto “guagua que no llora no mama” y parece que hay que llorar fuerte.
Por otra parte y saliéndonos del terreno de los privados, respecto de los bienes nacionales de uso público vemos que las lógicas restrictivas son bastante similares y aunque quizá con menor fuerza, es nuevamente el miedo el factor que está detrás de la gran mayoría de las limitaciones. Son miedos por así decirlo “institucionales”, es decir a que se establezca algún tipo de responsabilidad de la institución o responsabilidad funcionaria. A esto se suma el eterno paternalismo de las instituciones, o dicho de otro modo la noción generalizada en nuestra cultura de que no somos del todo capaces de velar por nuestra propia seguridad, de evaluar adecuadamente los riesgos, o en ultimo término, que tenemos el derecho a tomarlos si así lo queremos y mientras no dañemos a otros. Esto explicaría, creo, el exceso de celo de algunos funcionarios, que no me sorprendería que un día exigieran piolet para subir algo como el cerro Provincia o que cuando hay un accidente lo primero que se les ocurre es cerrar el lugar, por lo menos por un tiempo.
Para otra ocasión quedará el tema en torno a las servidumbres públicas aplicables a predios privados para acceder a bienes nacionales de uso público, tema que respecto de la montaña aún no está asentado legalmente como en el caso de las playas, porque más allá de entrar a todos los detalles que juegan un rol en las limitaciones de acceso a la montañas y las posibles vías de solución, creo que uno de los aspectos principales que sacamos en limpio en este encuentro, es la necesidad de enfrentar estas tendencias y a largo plazo constituirnos (montañistas, escaladores, senderistas, ciclistas de montaña o quien sea que disfrute de ella) como una voz dentro de la comunidad que necesariamente debe ser escuchada y respetada.