Los Refugios del Club Alpino Alemán en la Alta Cordillera Chilena (1)
Por Josef Koch, Santiago
Anhelante devoción y profunda experiencia en la lucha contra la montaña dibujan el escudo de armas del montañista. Es irrelevante si es que el mundo de las montañas pertenece a su patria o la soledad de las zonas alejadas, su rostro que cambia mil veces le habla de sus cambios y maravillas.
Casi no hay otra zona montañosa en la tierra que sea tan rica en contrastes como la espina dorsal de Sudamérica, los Andes.
La parte norte se encuentra bajo el sol tropical. Un aire caliente se respira a los pies de estos gigantes. Las cumbres más altas cubiertas por un blanco plateado saludan como con magia extraterrestre las verdes profundidades y el cinturón subtropical es de mil colores entre ambos extremos.
Hacia el sur a continuación se extingue, junto con la disminución de las precipitaciones, la vegetación. Poco a poco el paisaje muestra el carácter del desierto y en la escena del “oro blanco” como son llamadas las pampas chilenas de salitre y bórax falta por completo la más modesta forma de vida.
Desde las pampas de salitre y los lagos salados congelados se elevan conos volcánicos hacia el cielo. Las desgarradas laderas de las montañas están, en parte, cubiertas por lava y las cumbres más altas coronadas por un casquete de hielo. El atractivo de este mundo, considerado como una madrastra, radica en el esplendor de los colores cuando el sol está bajo. Estas poco acogedoras y lejanas tierras altas, a pesar de todo eso y debido a su belleza peculiar y austera dejan un recuerdo profundo e imborrable.
Mientras más al Sur se avanza más cambia la imagen del paisaje bañado por el sol del desierto. Poco a poco le dan vida al paisaje enormes cactus en forma de columna y cono. Los habitantes espinosos cuentan no sólo de sol y calor, sino que también de nieve y hielo, de tormentas y muerte.
Sobre esta zona de cactus reinan montañas de hielo. Por largo tiempo uno creía haber encontrado al rey de los cerros en Bolivia hasta que se descubrió acá en la alta cordillera chileno-argentina, aproximadamente a la latitud del puerto principal de Chile -Valparaíso- el Aconcagua que con 7035 m era el más alto de América. El transcurso hacia el Sur de la cadena andina está marcado por la abundancia en precipitaciones que en el extremo austral en Patagonia y en Tierra del Fuego alcanza su máximo. Esta cordillera al fin del mundo es en buena parte “tierra incognito”. Pero a quien Dios le regala una corta mirada en la tierra soñada, contará la experiencia como uno de sus recuerdos más impresionantes.
Para comenzar a explicar la cordillera central de Chile, la zona en que se encuentran los refugios de la Sección Chile del Club Alpino Alemán, debo, tal como corresponde, remontarme a varios años atrás.
En la Edad Media, mientras en los Alpes el último caballero, el Emperador Maximiliano, recorría cazando sus montañas, el comandante español Pizarro cruzó los Andes a todo su largo. Es posible que él haya conocido las alturas y profundidades del Chile central en la búsqueda del fabuloso país del oro.
El año 1827, cuando el Dr. Pöppig de Plauen visitó por primera vez la cordillera chilena con fines científicos, es considerado comúnmente como el comienzo del desarrollo. Pero quién conoce los nombres de los muchos mineros que ya antes buscaban metales en los cerros, que llegaban hasta en los rincones más infranqueables y quién conoce a los arrieros que con sus mulas recorrían los pasos cordilleranos, obviamente no para buscar aventuras. Los hijos de la montaña fueron para los posteriores exploradores una ayuda bienvenida -ellos fueron imprescindibles para encontrar las rutas con su innato olfato. Toda la historia a continuación sería impensable sin el trabajo de estos valientes, grandiosos hijos de la naturaleza.
Cuando hace 30 años un grupo de montañistas alemanes de Santiago conquistó la fuertemente glaciada cumbre del Plomo de 5430 m, debieron constatar para su decepción que no fueron los primeros. Sorprendidos encontraron, algunos metros bajo la cumbre, un sólido muro de piedras con forma de media luna y en un nicho bastantes figuras de plata. Fuera de eso ningún rastro de quien pudo ser el primer ascensionista. El muro de piedra todavía está ahí y desafía a las tormentas -las figuras de plata fueron vendidas a precio de metal y el niño, que fue traído como el sacrificio ofrecido a las montañas y sus dioses, ¿quién era y cuándo ocurrió? Sólo sabemos una cosa, también era un montañista, uno de los grandes innombrados.
El desarrollo de la cordillera central chileno-argentina continuó estrechamente unido con una serie de nombres glamorosos: Darwin, Güssfeldt, Zurbriggen, Fitz Gerald, Stuart Vines, el circunnavegante I. F. Meyen, Risopatron y otros son los pioneros de la cordillera de la “época dorada”. Los más conocidos de nuestros tiempos son Helbling y Reichert.
Con esto la historia del desarrollo no ha terminado. En primer lugar se han buscado y “llevado” sólo los más grandes: en esto los montañistas eran muy difíciles de contentar.
Valparaíso -el principal puerto de Chile. Miramos desde las colinas hacia la bahía llena de barcos y a todo el ajetreo del puerto -más arriba la vista se dirige en la distancia y hacia el Este se ve atrapada por una figura plateada y brillante, el rey Aconcagua. Esta vista única, el mar, la costa verde con palmeras y en el horizonte las montañas nevadas despiertan el espíritu de exploración y el sentido de la naturaleza en los corazones alemanes. De esta manera se fundó acá -curiosamente en un puerto y no en una ciudad al interior del país como Santiago- en el año 1909 el Club Alemán de Excursionismo Valparaíso, al que 15 años más tarde se unió su club hermano en Santiago. Ambos clubes se transformaron rápidamente en miembros activos de la vida al interior de la colonia alemana.
En inolvidables expediciones se recorrió el magnífico y soleado paisaje chileno. Haciendo a veces cómodas caminatas por la orilla del mar, otras veces duras expediciones a la montaña por soberbios glaciares en los Andes para luego de nuevo experimentar la vida de campamento bajo las palmas en los tranquilos valles de la Cordillera de la Costa. Se buscaba lo romántico y se lo encontraba aún cuando a menudo adornado con espinas que, sin embargo, actuaban como obras maestras en la memoria.
Los montañistas que se adentraban en el poco conocido mundo de los Andes experimentaban con frecuencia la alegría de descubrir ya sea porque habían hecho accesible un valle de altura desconocido o porque habían encontrado una fuente de agua mineral o alguna planta todavía desconocida. La lucha por las soberbias cumbres de los Andes se mantuvo como la tarea principal. Es muy significativo del espíritu montañista alemán de la época que, en su mayoría, las expediciones se preparaban en silencio, sin preocuparse del público hambriento de sensaciones, pero con mucha prolijidad. Cuando finalmente el día de la partida llegaba el lacónico telegrama del arriero “estoy listo para salir”, todos sentían un gran alivio. Finalmente comenzaba la acción. La expedición duraba con frecuencia semanas, a veces volvían derrotados, la mayoría de las veces traían un cinco o un seis mil “a la casa”. El último problema era siempre tratar de llegar a casa de forma desapercibida puesto que las barbas estaban espantosamente largas.
En la última década el ski también conquistó Los Andes, no en forma vacilante, sino que con paso acelerado. Fue mérito de montañistas alemanes, socios de nuestro club, quienes partieron en excursiones de reconocimiento como pioneros del ski. En los círculos de entendidos se hablaba de “paraíso del ski” y nieve polvo. Las fotos conseguidas disipaban cualquier duda. Los “camellos” de la cordillera -mulas- remolcaban equipo y futuros esquiadores hasta la nieve. En la tarde en la carpa se trazaban planes para el futuro y se construían con el pensamiento refugios. Los pensamientos y deseos se hicieron realidad cuando en el año 1928 el Club Alemán de Excursionismo de Valparaíso y el de Santiago ingresaron como sección Chile al gran Club Alpino Alemán. En el año 1931 esta sección construyó en el “fin del mundo” el primer refugio en Los Andes: Lo Valdés.
El Refugio Lo Valdés (1960 m sobre el nivel del mar) y sus alrededores
El refugio se encuentra en la mitad del corazón de la alta cordillera. El acceso no requiere de gran esfuerzo e incluso está construido como camino para autos. Si se dispone de tiempo y se inclina por lo romántico, entonces se parte de Santiago con un pequeño tren, un recuerdo de tiempos pasados, hacia el Cajón del Maipo. Al comienzo nos acompañan campos de cereales, duraznos y naranjas, luego pastizales y pintorescos “ranchos”. Tras 4½ horas de viaje se alcanza la estación final “Volcán”. Esta poco atractiva localidad minera vive de las minas de cobre de los alrededores y de una gran planta procesadora de yeso, se mantiene permanentemente en una nube de polvo lo que hace que uno quiera darle la espalda tan pronto como sea posible. Algunos caminantes arriendan acá caballos con la esperanza de realizar más rápido y cómodamente los 12 km faltantes hasta el refugio. Por experiencia, sin embargo, sacan lo mejor los caminantes y con seguridad los pobres y mal mantenidos animales.
Los límites del valle hacia ambos lados son escarpados, a menudo verticales y desgarrados por profundas quebradas. Por ellas caen esteros que se escuchan hasta en lo profundo. En la segunda mitad del camino cambia de pronto la vista hasta ahora cerrada. Un grupo de montañas se hace a un lado y aparece libre el gigantesco volcán San José. Él domina todo el fondo con su doble cúpula. A diferencia de este ancho gigante que se impone con sus dimensiones, se muestra otro cinco mil, el cerro Morado, el símbolo de nuestro refugio. Tras una última curva se encuentra finalmente nuestro objetivo delante nuestro, el refugio Lo Valdés.
No es sólo uno de los muchos refugios del Club Alpino en nuestra patria, es realmente “nuestro refugio”, un pedazo de la patria alemana de montaña que nosotros acá en la cordillera de nuestro hermoso anfitrión Chile hemos conseguido, un hogar para el verdadero espíritu de montaña y también un importante participante de la vida cultural de la colonia alemana. Una construcción de piedra algo tosca, simple, adecuada y apta para el paisaje se levanta sobre una ancha terraza artificial. Delante de eso se levantan cuatro astas de bandera que cuentan historias. Hace poco flameaban en los días festivos 4 banderas al viento -la negra-blanca-roja, la svástica, los colores chilenos y los colores Babenberg de Austria, rojo-blanco-rojo. Cuando estuvieron de visita en invierno los jóvenes del Colegio Alemán comenzaron apasionadas discusiones acerca del orden de las banderas. No es de extrañar. Hoy en día es diferente, se ha vuelto más fácil. Sólo ondean dos banderas, la de nuestro pueblo alemán unificado y la de nuestro país anfitrión Chile como simbólica expresión de la tradicional amistad entre ambos pueblos. Estaría más allá del alcance de esta corta descripción el intentar describir la alegre y divertida vida que se lleva en el refugio. El buen camino vehicular hacia arriba, el joven deporte del ski y las cercanas fuentes termales atraen a muchos amantes de la naturaleza, también de otras naciones, a nuestro refugio. Es curioso como rápidamente tras cantar todos juntos se establece el contacto y la chispa de la alegría se enciende. La canción alemana encuentra el camino en los corazones extraños. Cuando el texto la mayoría de las veces es incomprensible para el visitante, la melodía es cantada desde los libros de canciones -“Tirolerland du bist so schön”-.
Los alrededores presentan una gran cantidad de excursiones posibles. Gracias a la naturalidad y poco desarrollo se ofrecen acá placeres poco habituales como, por ejemplo, vertientes minerales, baños termales -afortunadamente hasta hoy sin hotel. Las más altas cumbres de la zona, sobre 5000 m de altitud, fueron conquistadas en su mayoría por alemanes. Que alguna de ellas se ascienda más de tres veces es raro. Esto es comprensible puesto que hay suficientes innominadas esperando su conquista. “Problemas” no se buscan todavía, uno está feliz cuando el cerro ha sido burlado por su cara más débil.
La excursión más conocida y popular es al valle de Morales con los baños termales ubicados ahí. Desde el refugio sale un pequeño sendero hacia el caudaloso río Volcán. El camino y el puente colgante son obra de los trabajos voluntarios del Club Alpino. Tras 30 minutos estamos delante de una creación de la naturaleza única. Al pie de una pendiente pronunciada formada con césped hay 4 piscinas relucientes, llenas con un líquido turbio café rojizo. El agua tibia con mucho contenido de barro se eleva con presión desde el interior de la tierra y lanza grandes burbujas en la superficie. Cada visitante de estos baños recuerda algún sufrimiento escondido y se mete en el baño de los dioses. Viejos y jóvenes, hombres y mujeres buscan acá sanación para molestias mentales, hígado, riñones, estómago, intestinos, gota y para la caída del cabello. El impacto beneficioso de una burbuja gruesa como un brazo también debe ser una bendición para los niños.
Afortunadamente la propiedad de estos baños curativos no está clara. Los dos supuestos dueños están en disputa y gracias a esta circunstancia es que ningún empresario hábil se ha establecido acá.
La siguiente subida hacia el valle de Morales continúa por una suave ladera con escasa vegetación. Un terreno ideal para el ski en invierno. En el año 1933 se dio lugar acá a la primera competencia de ski en Sudamérica, organizada por el Club Alpino Alemán. A 2500 m de altitud, tras 1½ hora de caminata, se alcanza el fondo del valle. Acá recién se muestra el fuertemente glaciado macizo del Morado (5060 m), con su pared vertical de casi 2000 m de caída, en toda su grandeza. El ascenso a la cumbre del Morado por esta difícil cara fue conseguido hace poco por dos montañistas alemanes, sin ayuda de porteadores, tras siete días de batalla en roca y hielo. El fondo del valle está cruzado por una línea tectónica. Desde innumerables lugares aparecen burbujas de gas y agua mineral. Se trata principalmente de la unión de magnesio, azufre y hierro. Una de estas aguas tiene reputación por su hierro y ácido carbónico que le dan un agradable sabor ácido y burbujeante. Ningún caminante se perdería la oportunidad de refrescarse en este lugar.
Detrás de una morrena se encuentra la laguna Morado, una laguna de aguas cristalinas, con la imagen reflejada de los glaciares del cerro San Francisco y del cerro Morado. Acá está el objetivo de la mayoría de los “caminantes de montaña”. Pocas veces se ingresa a los glaciares, tienen tantas grietas que una simple travesía al valle vecino significa una excursión de varios días lo que incluye campamentos al aire libre en el hielo.
En los últimos años se cree que ha estado sucediendo un retroceso de los glaciares. Una medición de hace 2 años, por primera vez conducida por el Club Alemán de Excursionismo, va a entregar información al respecto. Desde acá como desde otros valles altos existen muchas posibilidades de travesías por aristas y ascensiones. No hay sendero que lleve hacia arriba, el montañista es todas las rutas su propio guía.
Otra salida muy apreciada y original es una excursión invernal en esquíes desde el refugio hacia los Baños Colina. Tras 2½ horas de ascenso a lo largo de las empinadas laderas del valle Volcán, se alcanza la boca del valle. El valle, en un comienzo angosto, de a poco se pone más ancho y deja la vista libre a las cumbres del Morado y del grupo del Cortaderas. Tras una marcha fácil de dos horas por el valle de Colina nos espera un baño caliente. Estamos sobre metros de nieve y miramos una piscina ovalada de unos 6 m de largo llena con una salmuera humeante que emerge desde el mundo subterráneo a la luz del día. El ingreso a los baños, debido a las cornisas colgantes, sólo es posible por un túnel en la nieve que el agua caliente ha formado. Para eso uno está obligado en posición encorvada a ir tirando pedazos de hielo a un lado. Lentamente se va ganando confianza en el agua que está entre 35° y 40°C. Apenas se puede describir la maravillosa sensación de relajación acompañada con las impresiones de los alrededores. Nieve, sol y ski se disfrutan al máximo y siempre vuelve el triunfo de los sentidos, el baño caliente. ¡Libertad de la cordillera!
Por el valle de Colina hacia arriba existe un camino de mulas que lleva por el paso Nieves Negras (3838m) hasta Argentina. El cruce, incluso con buen tiempo, es esforzado y peligroso debido a los penitentes. Como una fortaleza en la frontera dominan el final del valle los pináculos del cerro Amarillo (4240m). Sin embargo, ellos son enanos en comparación a sus grandes vecinos el volcán San José (5880m) y el cerro Castillo (5450m) que, como siempre, espera a su vencedor.
Un carácter completamente diferente muestra el valle del Morado, un típico valle de un canal con depósitos de morrena de tiempos pasados. Poderosos señores, como el Morado (5060m), el Mesón Alto (5230m) y el Cortaderas (5425m) envían sus glaciares hacia este valle. Constantemente resuenan las avalanchas por sus flancos. El valle permanece la mayor parte del año sin que nadie ingrese en él a pesar de la belleza y del manifiesto carácter de montañas de hielo en que se enmarca. La única gran expedición que el el Club Alpino realizó hace 7 años acá fue la del Cortaderas. Desde entonces volvió la tranquilidad. Nos consideramos afortunados de tener una magnífica zona de montaña virgen delante de la puerta de nuestro refugio.
De todas las cumbres en los alrededores del refugio el volcán San José es la más conocida. Ha pasado un buen tiempo desde que luces de fuego iluminaron el cielo y emergieron oleadas de humo. Los volcanes fueron los primeros objetivos de los naturalistas. Por esto es que no nos sorprende que ya hace 100 años se haya intentado descubrir los secretos del cráter. El esfuerzo permaneció sin recompensa y el gigante invicto. Recién en el año 1931 dos camaradas de nuestro Club Alpino consiguieron alcanzar la cumbre principal (5880 m). Ellos pudieron constatar que el cráter está completamente cubierto por hielo, pero que desde bastantes grietas en el hielo emergen humo o vapor, el aliento de una vida que no se ha apagado.
Aunque pueda sonar absurdo es una realidad que se esquía en el volcán, pero no en invierno, sino que en el verano del hemisferio Sur -diciembre-enero-. Tampoco en un glaciar o en una pista preparada con restos de nieve sino que en los neveros alejados del glaciar entre 3000 y 4000 metros de altitud. El espíritu esquiador más fresco y más feliz de nuestra sección construyó acá el refugio Volcán a una altitud de unos 3200m. Esta designación de “refugio” quizás es un pequeño halago para la obra de arte de piedras laja y tierra. Pero me inclino ante la acción y el compromiso desinteresado con el trabajo alpino.
En el desarrollo de un apartado valle de altura entre el volcán San José y el grupo Cortaderas, una excursión fácil por el día desde Lo Valdés, participaron de forma excepcional algunos miembros de la expedición a los Andes del Club Académico Alpino Italiano bajo la dirección del conocido alpinista el Conde Bonacosa. El objetivo de montaña era originalmente el Marmolejo de 6100 m de altitud desde el lado chileno (ascendido por primera vez por miembros de nuestro club alpino desde el lado argentino). Durante el ascenso desde el campamento alto comenzó un periodo de mal tiempo con gran cantidad de nieve que incluso transformó el paisaje veraniego de Lo Valdés en uno invernal. Bajo estas poco favorables condiciones el objetivo no era posible de alcanzar. Como sustituto los italianos consiguieron justo antes de su viaje de regreso y en las peores condiciones posibles en la misma zona un gran 5000 al que le dieron el nombre de Punta Italia.
Cerca del refugio Lo Valdés se encuentran los cerros de escalada del grupo Catedral que esperan a los entusiastas. Hasta ahora se prefiere, sin embargo, a las paredes verticales un sendero limpio bien marcado -supuestamente el primer camino marcado en los Andes- por la quebrada Valdés. Por el acarreo bajo las paredes, que consisten en caliza terciaria, se encuentra una gran cantidad de moluscos con forma de caracol petrificados. La continuación de la ruta hasta la arista de Valdés (4000 m) es extremadamente gratificante cuando uno deja atrás el agotador acarreo en el último tercio. La vista desde la cumbre del cerro Valdés es tan hermosa como la que hay en Gornergrat, sólo que entre nosotros las distancias son más grandes, la cadena montañosa más amplia y los gigantes más altos, aunque no más hermosos que en la patria.
Los refugios de ski Los Azules y Totorillas (2300m de altitud)
Cuando en el año 1926 los primeros pioneros alemanes del ski realizaban sus excursiones en la zona del Potrero Grande, estaban profundamente impresionados por la belleza y la magnificencia de este paraíso del ski. El refugio Lo Valdés atraía a muchos amigos del ski bajo el hechizo de los 5000´s, pero los más cercanos potreros no se olvidaban en invierno. Un nuevo club de montañismo “ocupó” para sus futuros esquiadores a través de una concesión un grupo de cerros vecinos (Lagunillas) lo que incluyó toda la nieve caída en los alrededores. Celosos se pusieron nuestros compañeros e hicieron lo mismo. Compraron toda la nieve del Potrero Grande -incluso en forma anticipada para los próximos 10 año. El propietario del terreno, un terrateniente chileno rico, tuvo un corazón noble y renunció en principio al precio de compra.
Lo siguiente se desarrolló de forma normal. En las noches comunitarias se apeló a la generosidad de los esquiadores activos. Pronto habían reunido una pequeña suma que alcanzaba para levantar un pequeño refugio de la forma habitual de construcción de piedra y tierra. Constructor, carpintero y albañil fue la misma persona, un arriero con sus ayudantes. Los domingos llegaban a controlar la construcción verdaderos ingenieros, socios del club. Temporalmente colaboró en el sitio de construcción el grupo juvenil del Club Alpino haciendo trabajos voluntarios. Así se levantó el refugio Los Azules. La instalación se fue completando poco a poco de forma que se creó un encanto de comodidad y calor en el tranquilo refugio. Afortunadamente este quedó, ya que no se concesiona, alejado del habitual ruido. 30 km de viaje en auto desde Santiago y finalmente 4 horas de ascenso son el primer tributo para entrar a la tierra del ski.
Arriba comenzaron las solitarias salidas en ski en un mundo tranquilo y magnífico, aparentemente sin comienzo y sin final, por laderas, colinas, lomas y cerros hasta el merecido descanso en la cumbre. La bajada en nieve polvo o en nieve más dura se asemeja a un sueño hermoso y corto que termina en el refugio.
En la misma zona a unas 2 horas de distancia se encuentra nuestro refugio Las Totorillas. Originalmente esta construcción servía a los arrieros como alojamiento de verano. En el invierno nuestros pioneros del ski armaban sus carpas en el interior, luego de que con mucho esfuerzo lo habían despejado de nieve. En ese estado fue adquirido hace 2 años el refugio, fue reparado y hoy es un popular y valioso punto de apoyo para excursiones en el Potrero Grande. De alguna manera es el hogar del ski de nuestra sección juvenil y algunas de las excursiones terminaron bajo su techo con buen humor y cantos. Junto a la mayor elevación, el cerro San Ramón 3240 m, hay todavía una gran cantidad de apacibles cerros que prometen una gran recompensa.
Una excursión en skies que busca una que la iguale en belleza es la travesía del Potrero Grande desde nuestro refugio Los Azules hasta el refugio del Ski Club Chile a los pies del cerro Colorado. En 12 horas de marcha con buenas condiciones de nieve, incluyendo una pausa para esquiar, se solucionó por primera vez en los Andes el problema “de refugio a refugio” por nuestros socios. Desde el año pasado es incluso posible realizar una etapa más hasta nuestro nuevo hogar para el ski: el refugio La Parva.
El Refugio La Parva (2200 m)
“Otra vez un nuevo refugio” gruñó con preocupación el director de finanzas del Club Alpino cuando tuvo que poner en armonía la caja del club con el nuevo proyecto de construcción. A su lado estaban, por suerte, un grupo de entusiastas montañistas que no sólo encontraron el camino hacia las alturas sino que también el del financiamiento.
Llevados por el pensamiento de continuar con el mismo éxito el iniciado verano con el invierno ofreciendo a los esquiadores un punto fácil de alcanzar durante el fin de semana, se encuentra a unos 50 km de la capital el refugio La Parva. En una hora y media de viaje en auto y el mismo tiempo para subir hasta el refugio, es posible en una zona de clima templado que no conoce el invierno, en la que se cosechan naranjas y el amarillo árbol del aromo despide su aroma avanzar hacia la tierra del ski. ¡Afortunado Chile!
El imponente refugio no está concesionado y tiene capacidad para unas 30 personas. Para los no iniciados está el cerro Parva con 3810 m y al frente del valle domina un vecindario que merece respeto: la Paloma 4930 m, el Altar 5215 m y el Plomo 5430 m.
Desde la asoleada terraza se dirige la vista, que también busca el mar de casas de Santiago, hacia atrás a las cercanas laderas blancas, el Parsenn chileno: cerro Colorado. Éste tiene le honor de haber sido ya dos veces lugar de batalla para los “Campeonatos Panamericanos de ski” en cuya ocasión nuestro hermoso país anfitrión, especialmente en ese año, supo defenderse en forma exitosa.
Traducción: Álvaro Vivanco
Artículo publicado originalmente en la Revista Andina 1938